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¡Córtala!



(J.R. Miller, "Lecturas bíblicas diarias en la vida de Cristo" 1890)




"Si tu mano o tu pie te hacen pecar, córtalo y tíralo. Es mejor que entres en la vida manco o lisiado, que tener dos manos o dos pies y ser arrojado al fuego eterno". Mateo 18:8


Nuestra vida está tan llena de tentaciones y peligros, que incluso lo mejor de ella puede convertirse en un obstáculo. Nuestras mismas cualidades de fuerza, pueden convertirse en fuerzas fatales que nos lleven a la ruina eterna.


La belleza humana es una bendición de Dios y, sin embargo, la belleza ha demostrado ser una trampa para muchas mujeres, alejándolas de Dios.


La habilidad para hacer dinero es un don peligroso, que ha llevado a muchos hombres a la ruina espiritual. Es mejor desechar por completo la capacidad de hacer dinero, e ir pobre por la vida con el talento desperdiciado y marchito, y llegar al cielo, que ejercer la capacidad y hacerse rico, y perderse para siempre. Estos son ejemplos del significado de nuestro Señor cuando habla de "cortar" la mano o el pie que nos hace pecar.


Los apetitos, los deseos y los afectos son parte de la gloria de la humanidad; y, sin embargo, cuando son desenfrenados, han llevado a muchas vidas nobles a la destrucción eterna.


Llegó a puerto un barco de vapor que llevaba mucho tiempo en el mar. Había ocurrido un accidente que provocó un retraso. El carbón se agotó; entonces hubo que quemar todo lo que se podía quemar -carga, provisiones, muebles- para poder llevar el barco a casa. Por fin llegó a la costa, pero despojado de todo lo que tenía valor. Sin embargo, era mejor quemar toda la carga y las provisiones que perecer en el mar.


Del mismo modo, algunos hombres pueden llegar al Cielo, sólo sacrificando todo placer terrenal y crucificando todo deseo pecaminoso; pero ¿quién dirá que el premio no vale el sacrificio?

La mano sería mejor cortada, que robar o golpear a otro.

Mejor sería cortar el pie, que llevar a uno al crimen o al pecado.

Mejor sería arrancar el ojo, que por su mirada lujuriosa incendiar el alma.

Más vale que un hombre en un barco naufragado arroje sus bolsas de oro al mar y salve su vida, que aferrarse al oro y hundirse en las olas.



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