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¡Nada en la tierra puede satisfacer el alma!



(George Mylne, "Lecciones para el camino diario del cristiano" 1859)


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"El ojo nunca se sacia de ver, ni el oído de oír". Eclesiastés 1:8


Los sentidos no son más que servidores del alma. El alma desea mirar, y pone el ojo para ver. El alma desea oír, y pone el oído a escuchar. El alma nunca se cansa. Escucha la dulce música, y se queda, anhelando aún más. ¿Cuándo ha tenido el alma suficiente de una dulce flor? ¿Cuándo se ha saciado de ver las obras maestras de la naturaleza?


Nada en la tierra puede satisfacer al alma.

Deja sus placeres con un anhelo de más.

Suspira por aumentar sus satisfacciones.

Se aflige al pensar en lo limitadas que son todas sus alegrías.


Oh, hay un anhelo en el alma; un apetito inquieto de ver y oír, de captar, de comprender; una extensión del pensamiento; un principio anhelante, que rechaza las restricciones de los sentidos. Y, sin embargo, (tal es el tributo que se debe a la naturaleza humana pecadora) el sentido, en su debilidad, retiene al alma. El alma, con toda su energía, no puede vencer al sentido.


¡Qué triste, qué humillante es la condición del hombre caído!


Sin embargo, hijo de Dios, no tienes por qué lamentarte. Dotado por la gracia de facultades superiores, tienes con qué llenar tu alma plenamente. Por la fe ves, oyes y saboreas cosas mejores: ves a Jesús en el trono de Dios. Por la fe ves el "mar de cristal", y oyes "la voz de los arpistas tocando con sus arpas". Por la fe ves las realidades celestiales y eternas.


Alma mía, ¿por qué perseguir las cosas del tiempo, cuando mejores vistas y mejores sonidos te invitan? ¿O por qué lamentar tus escasos medios, cuando los poderes celestiales son tan ilimitados?

Entonces, ¡deja que tus ojos se posen en Jesús!

Cuanto más lo mires, más tiempo lo mirarás.

Cuanto más lo mires, mayor será tu poder para contemplarlo.

Cuanto más comulgues con Él, más dulce encontrarás su compañía.

Habla mucho a Jesús, no hablarás en vano. El nombre de Jesús será para ti "como lechos de especias y flores dulces". (Cánticos 5:13.) Los susurros del Espíritu, que hablan de la gracia y la paz, refrescarán siempre y por siempre tu oído.


Alma mía, estos placeres nunca te faltarán.

No como la música, que fue y no es, sin mano para barrer los acordes.

No como la fiesta de ayer, que ya se fue para siempre.

No como las flores que una vez fueron fragantes, y ahora ya no lo son.

¡No como el hermoso paisaje--que has dejado atrás!

¡Tu Salvador, Amigo, y Consolador, está siempre contigo--ahora y por toda la eternidad igual!


  


   ~ ~ ~ ~


Cuando reenvíes estas gemas a otras personas que puedan ser alentadas o beneficiadas por ellas, por favor borra tu información de desuscripción al final de la página.



¡Cristo es todo!


Un tesoro de gracia soberana sin edad devocional


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