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ORACIÓN DIARIA (POR SPURGEON)



Padre nuestro, te pedimos con una profunda gratitud por todas tus misericordias: que se apoderen de todos nuestros corazones para que, como cuando David se sentó en su casa de cedro "engrandeció al Señor", así podamos también nosotros, siempre que las cosas nos vayan bien. Señor, que la gratitud que sentimos nos impulse a decir de nuevo: "¿Cómo podré pagar a Yahveh todo el bien que me ha hecho?" (Salmo 116:12).

Haz que cada uno de tus hijos aquí, esté cada día sirviéndote; y sirviéndote para que la obra del cielo comience abajo, y algo del placer del cielo podamos disfrutar incluso ahora. Pero Señor, mientras trabajamos para ti, mantennos siempre sentados a los pies de Jesús. Que nuestra fe no se aleje nunca de la sencillez de su confianza en él. Que nuestro motivo no sea nunca otro que su gloria; que nuestros corazones estén ocupados con su amor, y nuestros pensamientos perpetuamente ocupados en su persona. Escojamos la parte buena que no nos será arrebatada, para que si servimos con Marta nos sentemos también con María.

Amén.



VERSÍCULO DEL DÍA (COMENTARIO DE SPURGEON)


"Te damos gracias, Dios; te damos gracias, porque tu nombre está cerca. La gente cuenta tus maravillas". (Salmo 75:1)

No nos damos gracias a nosotros mismos porque estábamos indefensos, sino a Dios que escuchó nuestro clamor, y respondió a la burla de nuestros enemigos. No descuidemos nunca la acción de gracias, o temeremos que otra vez nuestras oraciones queden sin respuesta. Como las flores sonrientes reflejan con gratitud en sus hermosos colores los diversos componentes del rayo solar, así debería brotar la gratitud en nuestros corazones tras las sonrisas de la providencia de Dios.

Debemos alabar a Dios una y otra vez. La gratitud escatimada es ingratitud. Por la bondad infinita debe haber un agradecimiento sin medida. La fe promete redoblar las alabanzas por las liberaciones tan necesarias y señaladas.




Virtudes menores y vicios menores


"Aborrece todo lo malo y aférrate a todo lo bueno". Romanos 12:9


Es importante para el cristiano

practicar las virtudes menores,

evitar escrupulosamente los vicios menores,

y soportar con paciencia las pruebas menores.


Las virtudes menores y los vicios menores constituyen una gran parte de la vida humana, y fijan y determinan nuestro carácter moral.


Las virtudes menores son los hilos y filamentos que unen suave pero firmemente las gracias cristianas. La adquisición de la más pequeña virtud, es en realidad una conquista sobre el vicio opuesto, y duplica nuestra fuerza moral.


Las faltas que estamos acostumbrados a considerar como pequeñas, suelen repetirse sin reservas. El hábito de cometerlas se refuerza con la repetición. La frecuencia nos hace primero indiferentes y luego insensibles.


La desesperanza que acompaña a un hábito largamente consentido genera descuido, hasta que el poder de resistencia se debilita primero, y luego se destruye.


El cristiano no conoce faltas pequeñas. Considera los pecados, cualquiera que sea su magnitud, como una ofensa a su Hacedor. Nada que ofenda a Dios puede ser insignificante.


Nada puede ser insignificante que haga que un mal hábito se fije en nosotros.


¿Las pequeñas faltas, continuamente repetidas, conservan siempre su debilidad original?

¿Un mal carácter que nunca se reprime, no es peor después de años de indulgencia, que cuando le dimos las riendas por primera vez?

El hábito de la exageración, ¿no conduce nunca a la falsedad, o no pasa nunca al engaño?


Antes de determinar que nuestras pequeñas faltas son inocentes, debemos tratar de probar que nunca superarán sus dimensiones iniciales. Debemos asegurarnos de que el niño nunca se convertirá en un gigante.


"Aborreced todo lo malo y aferraos a todo lo bueno". Romanos 12:9

Siembra un pensamiento--y cosecharás un acto;

Siembra un acto--y cosecharás un hábito;

siembra un hábito--y cosecharás un carácter;

Siembra carácter, y cosecharás un destino.



RECURSO RECOMENDADO



En nuestros días, la religión americana moderna tiene una visión tan endeble, mundana y pervertida de la gracia, que no es de extrañar que muchos creyentes profesantes piensen que están escuchando el tintineo insoportable de las cadenas legalistas cuando algún predicador es lo suficientemente ingenuo -o tal vez incluso tiene el amor de Cristo por sus almas- para decirles que la Palabra de Dios les ordena obedecer al Señor Jesucristo. La verdad del asunto es que Jesús mismo dice que obedecerlo es nuestra expresión de amor por Él; de hecho, continúa diciendo que positivamente no lo amamos si no lo obedecemos. Esto es una verdad aleccionadora, pero bíblica. Por ello te recomendamos el siguiente recurso totalmente gratis, narrado por el afamado locutor argentino Ezequiel Romero.







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